GALERÍAS URBANAS



La inauguraión resultó ser el éxito que cabía esperar, teniendo en cuenta las dimensiones del evento.  De momento tampoco pedía más. Como estreno y carta de presentación de su talento era un paso gigante. Se sentía afortunada. 



En aquellos instantes, su única preocupación consistía en agradecer a todo el mundo el hecho de haber asistido a su tan importante ocasión, incluyendo los desconocidos que habían caído allí bien por azar, bien por beber sin pagar.


Le llamó la atención un chico con sombrero, pantalones pitillo y abrigo «oversize». Iba mirando dibujo a dibujo detenidamente y fue del grupo de los cinco que rechazó la invitación de llevarse algo a la boca.


Después de varios minutos largos observándolo, Matilda, osadamente, se acercó a él y, una vez a su lado le preguntó:
- Hola, ¿Qué tal? ¿Qué te parece lo que estás viendo?- cuando él apartó la mirada de la obra y la clavó en ella, enrojeció y conoció lo que realmente es la vergüenza.


- Imagino que si tienes interés en saber mi opinión es porque debes ser la autora de todo lo que está aquí enmarcado- respondió él.
- Bueno… sí, claro… -tituteaba- pero en realidad también quería darte las gracias por haber entrado a echar un vistazo.
- Ah! De nada… simplemente me entró la curiosidad, y sí, la verdad que me está gustando.
Gracias. Pues espero que sigas disfrutando… - decía mientras se retiraba lentamente. Los ojos de aquel joven eran un imán.


- Oye! Si quieres esta noche podemos tomar algo y continuar hablando- sugirió él.
- Por supuesto! En la salida hay unas tarjetas de visita donde está mi número. Espero noticias tuyas… Ahora tengo que seguir a lo mío.
Y lo suyo, en aquel justo preciso minuto era encontrar a Amalia y contarle lo sucedido.
- Muchacha, que suerte la tuya…. Ya me contarás la fórmula mágica para que todo te salga a pedir de boca.


A los quince minutos, recibió en su teléfono un mensaje de un tal Sergio proponiéndole lugar sin hora.


A las ocho y treinta siete ya estaba Matilda sentada delante de una copa de vino tinto y en frente del chico que le dejaba sin palabras y con timidez. 


Este gamberro (como muchos lo juzgarían) empleaba la mitad de su tiempo en pintar dónde quería, con lo que quería y cómo quería. No le gustaba en absoluto pasearse por las calles y ver siempre ladrillos y grises muros. Era adicto a pintar y colorear el entorno. 



Su lienzo preferido era cualquier pared. Aunque lo que le apasionaba era el subidón de adrenalina que le provocaba extender su spray  a lo largo de las calles por donde pasaba. Le ponía ir en contra del tiempo: esperar dos horas armado de aerosoloes para pintar apenas durante diez minutos con el riesgo de que alguien le pillara.


- Voy a pagar y nos vamos que quiero enseñarte algo- dijo Sergio mientras le cogía de la mano para que se levantará. 


A pesar de la oscuridad y la débil luz de las farolas, el «tour» de su arte callejero iluminaba por sí solo el entorno. Matilda estaba asombrada. Ella se imaginaba el estereotipo de pandillero-vándalo que garabateaba su nombre o iniciales sin sentido por donde pasaba.


Sin embargo, era un buen grafitero, un buen pintor. Todo era tan estético y preciso...


- Confieso a cualquiera mis sueños.



Sin embargo, esos sueños son invisibles para los viandantes.


Y lo paradójico sabes lo qué es… Que mucho nuevo coleccionista que pasea por aquí, o por otras capitales tiene encerrado en su casa uno de mis cuadros.



Pasaron la noche juntos, enredados entre ellos y entre las sábanas, como era de esperar, metidos en aquel estudio repleto de enormes lienzos donde él concentraba la otra mitad de su tiempo. 



Necesitaba dinero en exceso: 1) para pagar al Estado una multa de 40.000 euros y, 2) para viajar dejando su huella por todas las ciudades.
Su «street-art» se habíá convertido al «gallery business». Muchas galerías se habían interesado en él y vendían y revendían sus cuadros. En estos tiempos el arte tiene sed de grafiti y se multiplican los coleccionistas de arte urbano, quienes legitiman su trabajo, mientras los entes públicos lo castigan a latigazos económicos.







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