Habían disfrutado plenamente de la cena y de las copas posteriores.
Damián encajaría a las mil maravillas en la cuadratura de ese triángulo femenino.
- Por favor… pero qué chico más agradable y que pendiente estaba de Blanca… por no hablar de su espectacular físico… ¿Dónde se venden modelos de hombres como este?-comentaba Amalia a Matilda mientras desayunaban.
- Edición limitada. Pocos y agotados- contestó su interlocutora.
Matilda no tenía buenos despertares y era poco dada a conversaciones mañaneras, así que con un seco despido se marchó a trabajar.
Amalia, por su parte, pasó el día en la biblioteca entre apuntes y libros. A pesar de que suene a monotonía, la jornada se le hizo llevadera. Estudiar con compañeros de clase siempre es más motivador.
Llegó a casa satisfecha: había exprimido bien las horas de concentración entregadas a la preparación de los exámenes.
Todo estaba en calma y en silencio, cuando de repente Matilda entró como un torbellino de emoción.
- No te lo creerás, no te lo creerás…- gritaba eufórica.
Un galerista había contactado con ella. Estaba dispuesto a exponer parte de sus ilustraciones...
La había descubierto a través de la web que ella había creado para presentar sus inspiraciones al mundo. Honestamente, en un primer momento, Matilda pensaba que se trataba de un loco o de alguien cuya única intención era tomarle el pelo. Pero no.
Increíble… era el principio de «los sueños se hacen realidad», y el domingo era la inauguración.
Amalia vivió esa felicidad casi con la misma intensidad que ella. No eran simples compañeras de piso, les unía algo mucho más consistente: el quererse con locura.
Coincidencia… Era la misma galería que Amalia había visitado hace apenas dos semanas con aquella colección del hombre-radiación. Conoció y habló con Tiago, el inmutable galerista que tanto le había llamado la atención ¿En serio qué pueden suceder estas sorpresas bizarras?
Llegada la noche y ya en casa, Matilda estaba irreconocible. Los nervios la habían atrapado…
... que se cumplan los deseos es maravillosamente ilusionante pero terriblemente asustadizo.
Sin embargo, para estas situaciones, ella, y todos, contamos con poderes que si dominamos, destruyen la cara negativa de las grandes excitaciones: los gestos.
Nuestros cuerpos cambian nuestras mentes. Matilda no podía quedarse sentada y encorvada tocándose el cuello en busca de protección.
Al contrario, se levantó del sofá y se situó en medio del salón, colocando sus brazos en jarra con las manos en la cintura y la cabeza hacia arriba, como si de un gran super-man se tratara. Dos minutos aguantando en esta postura eran suficientes para sentirse confiada, segura, orgullosa, positiva y optimista.
- ¿A qué ahora sientes que te has hecho más pequeña, Amalia?
- Sí, claro… - bromeaba-¿Crees que acabas de descubrir algo nuevo?… es el mismo super poder de forzarse a reír cuando solo quieres llorar y estar triste… la bioquímica corporal cambia y te sientes más feliz. Sí, lo pongo en practica siempre que me acuerdo.
Volvería a utilizar sus poderes la mañana del domingo. Estaba lista para la inauguración.
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