ALGUNAS ALMAS INVISIBLES


Amalia no pasaba nunca inadvertida. Todo el mundo la calificaba de sofisticada. En la calle nadie podía evitar fijar sus ojos en ella, fuera por su rubio platino, fuera por su ropa tan llamativa de segunda mano combinada con primeras marcas.



La gente únicamente despierta sus sentidos para admirar o envidiar este tipo de situaciones o asombrarse cuando alguien o algo sobresale de lo normal.




Amalia, amante de las galerías, aprovechó la tarde del martes para entrar en una que le llamó la atención. Desde su cristalera podía ver todo el interior casi oscuro, salvo pequeñas luces amarillas alineadas en las paredes y las correspondientes a la lámpara y ordenador del galerista.
Cuando entró, el hombre ni se molestó en levantar la mirada para ver quien penetraba en su micro-mundo artístico. Seguía sumergido en su ordenador en no sé sabe qué.



La colección reflejaba las investigaciones y pruebas de armas nucleares que llevó a cabo la Unión Soviética en Kazajistán. 


Pero se focalizaba, sobre todo, en las consecuencias humanas que esta situación provocó; y más concretamente en la exposición de una mujer embarazada a los niveles de radiación. Su tragedia no finalizaba aquí, obviamente, sino que a posteriori se extendería a su hijo.


Un niño que nacería con neurofibromatosis, ocasionándole tumores en la cabeza que deformarían su rostro, dejándolo incluso ciego. 
Sus imagenes a primer vistazo impactaron a Amalia, sin embargo se adaptaría a la tercera vez de verlo.


Es triste transformar las pequeñas desilusiones en grandes tragedias : nuestros problemas del primer mundo. Llevaba unos días intentando descifrar por qué Mario estaba más distante últimamente.





Ello le provocó estar casi al borde de la depresión (exageradamente hablando, que ella era muy dada a la pro-catarsis).




Sólo nos damos cuenta de las nimiedades de preocupaciones que tenemos cuando observamos que este niño kazajistaní, actualmente ya un hombre de 35 años, y su madre no habían tenido una vida demasiado deseada y envidiada.
Antítesis : Amalia, una persona super-presumida, que adoraba cuidar su estética y, este hombre que nunca había salido de su pueblo y que tenía una cara horrible.



Él no tenía vida social alguna, nadie le iba a visitar ni le llamaba por teléfono. Su cotidianeidad se limitaba a sentarse en el banco de la puerta de su casa y esperar a que un día siguiera a otro.


Era 0% autónomo. Lleno de miedos y dudas. Frágil. Su madre era sus ojos, su bastón, su prolongación. 


Sus sueños nunca se harían realidad. Jamás recuperaría la vista.


Únicamente se le cumpliría una ilusión : llevar gafas de sol y así evitar las risas de la crueldad de los niños.



Humilde : carecía de todo lo material y de gran parte de lo vital. Respetuoso : lo habría aprendido de manera inconsciente o por ser víctima de burlas y conocer esa sensación de primera mano.
Feliz, ese adjetivo se le escapaba a Amalia. Feliz, ¿ de verdad ?.


Era una lástima tener que darse cuenta de la suerte que uno tiene comparándose con las millones de tragedias que pululan por el mundo. 
Pero por el contrario, esa historia se perdería de nuevo entre las preocupaciones que ella tenía en la cabeza. 


Todo se olvida sin estar de más despertar de vez en cuando al mundo real.

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