¡A POR UNA BATALLA MULTISENSORIAL!

Después del domingo tan maravilloso que había compartido con Matilda, era inevitable que el lunes costara un mundo levantarse de la cama para ir a clase.


Desayunando en la cocina, hechaba en falta la presencia de su compañera de piso.
Se duchó y arregló con la pereza típica del primer día de la semana, pero menos mal que en el momento en que cogía sus llaves para salir por la puerta, oyó la voz dormida de Matilda en el pasillo que le decía,
- Amalía, ¡ten un buen lunes!
- Gracias querida, ¡Igualmente! Y espabila que vas a llegar tarde. Si esta tarde-noche coincidimos nos hacemos una cervecitas.
Cerró la puerta tras ella, y no consiguió escuchar la respuesta de Matilda. Sólo su voz inarticulada.


Por fin habían pasado esas tres horas de clase. Aprovechando ese sol caluroso aún de otoño, Blanca y ella imploraron al mismo tiempo comer en una terraza. 
Ya en su sobremesa amenizada de café y humo, Blanca propuso ir de compras. Necesitaba unas zapatillas para ir a correr y se negaba volver de inmediato a casa.






La compra de esas zapatillas se convirtió en una tarea demasiado difícil de digerir.
Mil marcas, mil modelos donde siempre aparecía uno más tentador que otro… Qué díficil elección…


Pero dentro de esa batalla dirigida a capturar a los consumidores, siempre tiene que haber un vencedor. Un vencedor que nadie se lo esperaría pero que conocía a la perfección el poder que tienen los sentidos a la hora de vender un producto.



Era una tienda casi minúscula. 
Olía a manzana, lo que provocó en Blanca una percepción de mayor espacio. Esa fina fragancia, además, le teletransportó, de manera muy directa, a su verano de la vuelta de la esquina. Vinieron de vuelta esas jornadas enteras surfeando con su novio en Bali. La sensación de frescor y placer cuando a los atardeceres después de retar a las olas, se duchaban con ese gel que olía a manzana ácida.




Ahora, de repente, lo hechaba más de menos que nunca. No quería moverse de esa tienda. Sería capaz de pedir a la dependienta diez modelos diferentes para no salir de ahí. 
Y es que el olor va directamente al subconsciente. Se pueden cerrar los ojos pero no la nariz. Las moléculas de olor en el aire son pedacitos de información que invaden nuestro sistema.
Es el subconsciente quien elige y dejamos que nos engañen los sentidos. No actuamos de forma racional. 


Esa tienda había dado en el clavo : manipulaba al consumidor controlando, en ese instante, los sentidos de Blanca.
Y aún más : ese color blanco intenso que hacía resaltar con más fuerza sus productos, tuvo como resultado que Blanca no se fuera exclusivamente con un par de zapatillas, sino con tres camisetas inclusive, que aunque excedían de su presupuesto, le daba igual. Estaba hipnotizada allí dentro, influída por su alrededor. 
Es la batalla por nuestros sentidos a través de estrategias silenciosas.




Pero es que Amalia tampoco quedaría impune de ese juego malicioso-consumista de los sentidos. Cuando salieron de la tienda de zapatillas, Blanca se quedó sorprendidísima cuando escuchó  :
- Me acompañas a comprar un violín.
- ¿Un violín? ¿Tú, un violín?



No se lo creía. Amalia, una chica tan moderna, que si la visualizaba dentro del mundo de la música, no la imaginaba más allá de una simple oyente con buen gusto. 



Fueron a la tienda que le había sido recomendada por el Conservatorio. Y aunque el vendedor le insistía en que comprara un violín de plástico cuyo sonido era perfecto, Amalia lo rechazaba. Ella quería uno de madera por mucho que sonaran de forma idéntica. El plástico siempre es más menospreciado y la percepción se adentraba, una vez más, en el comportamiento de una persona





No podía finalizar esa tarde sin volver a sentarse en una terraza y tomar una cervezas frescas. El tema de conversación principal que ocaparó esos escasos cuarenta y cinco minutos no podía ser otro que el asombro de Blanca.




Como ya no compartiría esas cervezas con Matilda, decidió ir al supermercado a comprar algo para preparar una cena especial para las dos y así compensar sus intenciones no cumplidas. Compró vino francés, pues el interior de la superficie pusieron una serie de canciones francesas.



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