Ya he encontrado huequitos libres para acabar esta historia,
así que sigo…
A las tres de la tarde, el mismo guarda del ferrocarril (al
que ya me referí en la 2ª parte) alertó a los guías profesionales del valle,
pues cuando procedió a llamar a nuestros 4 protagonistas nuevamente nadie le
contestó a excepción de una voz que gritaba “Socorro”. De tal manera, que una
hora después, un equipo de rescate iba a por Kurz. Lo oían pero no lo veían a
consecuencia de que el viento era fortísimo, el clima nada esperanzador y
estaba empezando a anochecer, lo que dificultaba e incluso hacía imposible el
rescate de Kurz. Dicho equipo le dijo al único superviviente que debía aguantar
aquella noche, porque si ellos iban a por él en ese justo momento, ellos
también corrían el riesgo de morir. Kurz sólo gritaba “Socorro”, que le
ayudaran y no le dejaran ahí.
Durante la cuarta noche que Kurz pasaba colgado, la pared se
convirtió en hielo puro. Había perdido un guante y el brazo desnudo por ese
extravío se le congeló, era como un gancho.
A la mañana siguiente volvieron los guías y Kurz les oyó
(sólo 45 metros
los separaban). Su cuerda era demasiado corta para llegar hasta donde se
encontraban sus salvadores, así que no le quedaba más remedio que desatarse sin
ayuda y coger más cuerda. Tenía que soltarse de Anderl que estaba por debajo,
lo que conllevaba que debía sacar la navaja del bolsillo y cortar las cuerdas
congeladas con su mano (aún más congelada).
Pero no acababa todo ahí, pues a más a más debía escalar
hasta donde estaba Edi para conseguir más cuerda así que, a media mañana empezó
su ascenso y llego hasta donde se encontraba el último susodicho, pero la
cuerda de éste tampoco era suficiente para salvar los 45 metros de distancia
que le apartaba del equipo de rescate. Con las manos congeladas desenhebró las
cuerdas para conseguir la longitud que necesitaba (dicha tarea le requirió 5 horas),
de esta manera conseguía que la cuerda llegara hasta el equipo, porque era
demasiado fina para rapelar con ella. Así, los guías le ataron pitones y una
cuerda nueva, la cual seguía siendo insuficiente de prolongación, por lo que le
ataron a esta nueva otra más (detalle este muy importante que se verá por qué
en el siguiente y último párrafo).
Una vez ya toda esta indumentaria en manos de Kurz, empezó
el descenso por la tarde rapelando. Cuando ya se encontraba a sólo 15 metros del equipo de
salvamento topaba con el nudo que unía las dos cuerdas (al que me acabo de
referir) y, se dio cuenta inmediatamente del problema: el nudo estaba atascado
en el mosquetón y el colgando en el aire CASI al alcance de los guías, pero sin
que estos tuvieran ninguna posibilidad de llegar hasta él. Si el nudo no pasaba
a través del mosquetón estaba perdido. Kurz chillaba del desespero de la
situación que se mostraba ante sus ojos. Ya no podía más. Dejó del pelearse con
el nudo y dijo: “Estoy acabado”.
Mañana, ya descubrirán (con ansias [si es necesario]) el motivo de escribir esta historia tan real como la vida misma.
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