Después de mi super break-parón, continuo con la segunda
parte de esta gran historia (por lo menos para mi).
Situándome en el tercer día: Anderl y Toni subían deprisa
dejando a los otros dos compañeros detrás, sin embargo, tuvieron que detenerse
en seco, ya que Willi no estaba tan bien como ellos creían.
Lo más importante en ese momento era salvar a su amigo, de
tal manera que la única escapatoria era el descenso, con el agravante añadido
de llevar a un hombre herido que empeoraba por momentos.
De nuevo, volvían a atravesar el segundo nevero con señales
de que el tiempo iba a empeorar, circunstancia que les obligo a pasar allí su
tercera noche.
La mañana del cuarto día amanecía envuelta en nubes y, el
agua de la lluvia se congelaba cuando llegaba al suelo.
Prosiguieron nuevamente el descenso hacia el primer nevero
con lentitud, pues Willi cada vez estaba peor. Y otra vez, llegaban a la parte
de roca lisa (aquel tramo más complicado que ya expliqué en la primera parte)
que para más INRI, esta vez estaba húmeda y surcada de hielo negro.
Anderl (el mejor escalador de todos ellos [como recordareis,
sino me reitero en volver a leer la primera parte]) volvió a intentar atravesarlo
durante cinco horas, pero esta vez sin el éxito que había logrado en el
ascenso. Tuvo que aceptar que todo había terminado (ERROR no haber dejado la
cuerda colocada allí cuando subieron).
Los jóvenes estaban atrapados en mitad de la montaña y la
única opción que les quedaba ya, era descender en vertical la pared que se
extendía a sus pies y, así lo hicieron, rapelaron agotados y con un hombre que
apenas podía mantenerse consciente.
Pero, chas! de pronto, escucharon la voz de un guarda del
ferrocarril que estaba en la puerta del túnel de la montaña, destino al que
ellos intentaban llegar, sin embargo lo terrible fue que contestaron
automáticamente que todo iba bien sin mencionar que: 1) Willi estaba herido; 2)
estaban cansados ni 3) corrían un grave peligro; y ¿por qué? Pues por la
sencilla razón de que era una cuestión de orgullo bajar ellos solos la montaña.
A las dos de la tarde de ese cuarto día, Anderl se soltó de
la cuerda que le unía al resto de sus colegas para preparar el que sería el
último descenso, ya sólo sesenta metros los separaban de la salvación cuando…
de repente, zas! caía sobre ellos una avalancha de nieve que provocó que Kurz y
Anderl cayeran al abismo que se abría bajo sus pies, muriendo este segundo por
el impacto que sufrió al chocar contra la roca y, que arrastraría a Edi hasta
el pitón rompiéndole el diafragma. Ahora, sólo quedaba Kurz colgando en el
vacío, teniendo arriba y abajo a los dos fallecidos; Willi también había
desaparecido pues había caído al vacío por culpa de la maldita avalancha.
Continuará todavía...
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